19 oct 2013

Locura

Resulta cómico presenciar la reacción de la gente cuando se hace alguna afirmación políticamente incorrecta.  Al principio suelen sonreír, pensando que lo que acaban de escuchar no ha podido decirse en serio. No puede ser que alguien esté contra la inmigración y lo diga sin tapujos, o que una mujer inteligente critique al feminismo y afirme que el aborto es un crimen. No puede ser que una chica tatuada hasta las muñecas y con el pelo de colores hable con orgullo de su Fe católica y desprecie a la Iglesia. Y por supuesto, nadie en sus cabales se plantea los dogmas históricos que vertebran la sociedad moderna. Eso es imposible. Tiene que ser broma.
 Pero cuando descubren que no es así y que además dispones de argumentos de peso para rebatir cualquier frase típica, cualquier mito, la cosa ya no les hace gracia. Entonces te dicen que lo que pasa es que eres fascista. Menuda sorpresa. Como si con esa denominación quedara desmontado cualquier razonamiento. 
Y a partir de ese momento, en el trabajo, en clase o donde quiera que hayas tenido el atrevimiento de decir lo que piensas, todos pensarán que has perdido la cabeza. Eres demasiado radical. Te juegas el tipo yendo a actos a los que acude gente malvada. Lees libros que no venden en el corte inglés, hablas de gente que no sale por la tele y tus ídolos son terribles criminales. Eso es que no estás bien. Y es una pena que alguien tan agradable como tú se pierda por esa locura. Una pena.
 Pero ellos no entienden que lo que da pena es esta sociedad. No entienden que tu locura no te permite quedarte mirando mientras todo se va al garete. Que aunque te juegues la cara, las leyes estén en tu contra, y te estés complicando la vida, no existe otro camino. Porque esta locura es la que te hace ser diferente a la masa, la que te anima a seguir peleando, la que algún día nos llevará hasta la victoria.

12 oct 2013

Raza

Todas las naciones tienen sus peculiaridades. Cada pueblo tiene sus rasgos distintivos. Pero los españoles nos llevamos la palma.
Los españoles tenemos una Historia de la que ningún otro país puede presumir. Nuestros antepasados fueron capaces de tales hazañas, que los niños españoles no necesitarían superheroes, con conocer las gestas que hicieron inmortales a sus abuelos, habría sido más que suficiente. Y sin embargo, no sólo no conocen nuestra Historia, sino que se les enseña a estar acomplejados por ser españoles. Y así pasa lo que pasa: resulta que hay españoles que no quieren serlo. Y ser un traidor no tiene ninguna gracia, pero en el caso de estos miserables, su ridículo es tan esperpentico que da hasta risa.
Porque hay que ser un imbécil redomado para renegar de la sangre que heredamos de los celtas y los iberos. Pueblos que se lo pusieron tan difícil a los romanos, que tardaron siglos en derrotarlos. Pueblos que cuando se veían vencidos, prendian una hoguera colosal y se arrojaban todos al fuego, desde el más anciano al más niño. Pueblos a cuya obstinación debemos el calendario que llevamos 2000 años utilizando.
Hay que ser un perfecto idiota para despreciar el sacrificio de aquellos que lucharon durante 800 años contra el islam. El único pueblo capaz de expulsar a los siervos de alá de nuestro suelo. 800 años de batallas, de milagros, y de más obstinación por no caer vencidos.
Hay que ser muy tonto para olvidarse de que nuestra sangre es la sangre de los Héroes que conquistaton medio mundo. Que exploraron, navegaron, pelearon y se dejaron la vida en tierras desconocidas y terribles. La sangre de españoles a los que movía tal sed de gloria que no retrocedieron ante rios, desiertos, junglas, canibales, hambre ni enfermedades, y que consiguieron grabar para siempre su nombre en la eternidad.
Hay que ser muy payaso para renegar de los Héroes españoles que pelearon contra turcos, ingleses, franceses, suecos, marroquies,... contra todo el mundo. Renegar de los Héroes que saltaron a las calles un 2 de Mayo, de los Héroes que se mantuvieron tercos y valientes en Filipinas, los que llegaron cantando a Rusia y plantaron cara al demonio soviético.
Hay que ser muy cretino para no estar orgulloso de Velázquez, Murillo, Sorolla, Ribera, Goya,... de San Isidoro, santa Teresa, Calderón, Garcilaso, Cervantes, Quevedo, Lope de Vega, Ortega, Machado,... de Isaac Peral, los hermanos de la Cierva, Ramón y Cajal,... de nuestras catedrales, nuestros castillos, nuestros monumentos...
La belleza de las mujeres españolas es tan célebre como su mala leche, y el carácter alegre, aventurero y noble de los españoles es conocido universalmente. Hasta nuestra gastronomía es probablemente la mejor del mundo.
En definitiva, hay que ser un patético rascanalgas para ser español y no estar orgulloso de ello.

8 oct 2013

Lucha Antisistema

Innumerables son aquellos que revindican falazmente la palabra libertad y la lucha contra el opresor. Todos aquellos que no han olido ni de lejos la opresión, la persecución y la represión pero que si disfrutan a diario de subvenciones y de indultos penales. A todos ellos y a sus amos les declaramos la guerra. Lucha antisistema, por el placer de ser unos pocos contra muchos.

7 oct 2013

Otro manco inmortal

Ya era la tercera vez que Miguel se presentaba ante su capitán y pedía permiso para ocupar su lugar en cubierta. Y como en las dos ocasiones anteriores, su petición había sido denegada:"Las fiebres lo tienen consumido, pardiez. ¡Vuelva a su catre y deje de dar la tabarra, soldado!"

Así que al joven no le quedó más remedio que dar media vuelta y volver al reposo, mientras maldecía su mala suerte. Se había alistado en el Tercio para morir peleando contra el turco en el mar, no contra la malaria en la cama.

Y entonces sonó el primer cañonazo. Y tras él, otra descarga. Y Miguel escuchó los gritos de sus compañeros en cubierta: "¡SANTIAGO!¡ESPAÑA!". Y saltó de su catre como un rayo. Se plantó en cubierta y miró a su capitán. Pero sus ojos ya no ardían por la fiebre. Estaban encendidos por la rabia, por el afán de entrar en combate y luchar por su Fe y por su honor. Así que a su capitán no le quedó más remedio que enviarlo al abordaje de una galera turca con un puñado de soldados.

Y Miguel saltó sobre la nave enemiga con tal arrojo, que los turcos no fueron capaces de detenerlo ni a tiros. Peleaba como un fanático. Aún después de haber recibido dos disparos en el pecho, su corazón seguía latiendo furioso y él seguía batiéndose como un demonio cristiano. Tampoco un tercer disparo en el brazo izquierdo consiguió frenar al joven complutense. Hasta que, finalmente, la galera turca rindió sus armas.

Todo había terminado. 600 naves y 200.000 hombres lucharon a muerte en aquel mar teñido de rojo. El turco había recibido escarmiento en su propia casa. Y Miguel se recuperaba de sus heridas. Pero no sería ésta la única hazaña que lo convertiría en español inmortal. Claro que esa, es otra historia.