8 dic 2013

Memento

Los españoles hemos aprendido un montón de cosas nuevas en apenas unas décadas. Hemos aprendido a utilizar el inglés (hasta cuando no hace falta). A manejar la tecnología, las redes sociales y todas las aplicaciones móviles habidas y por haber, sobre todo las más inútiles. Hemos aprendido a hablar con propiedad de economía, aunque no sirva para nada. A utilizar expresiones políticamente correctas para no ofender a nadie, a pesar de haber llegado a un grado de buenismo y a una endofobia tan servil que produzca náuseas. Y hasta sabemos usar palillos chinos para comer. Ahora somos modernos y sabemos infinidad de cosas triviales. Pero se nos han olvidado todas las cosas importantes.
Se nos ha olvidado que un hogar puede salir adelante sin dos coches, dos consolas y una bañera con hidromasaje. Que los niños deben jugar en la calle y con otros niños. Que es más importante el honor de cada uno que su cuenta bancaria.
Se nos ha olvidado que un niño sin disciplina será un joven degenerado, y un adulto débil. Que hay que exigir esfuerzo y excelencia en lugar de victimismo y mediocridad.
Se nos ha olvidado que la familia es la base de nuestra cultura. A los hombres se les ha olvidado ser hombres. Y ya nadie recuerda qué es ser una mujer.
Se nos ha olvidado cómo vivía la gente antes de que la tele dictara sus normas de vida. Se nos ha olvidado lo que es la libertad, el compromiso y el valor. Hasta se nos ha olvidado lo que es el amor.
Se nos ha olvidado lo que era que tus vecinos te conocieran y se preocuparan por ti (a veces, demasiado). Que las tiendas del barrio fueran españolas y todos los tenderos te llamaran por tu nombre. Hasta se nos ha olvidado cocinar como nuestras abuelas.
Pero lo más triste de todo, es que se nos ha olvidado nuestra propia sangre. Ya no tenemos Historia. La han falsificado, distorsionado, amordazado. Hemos olvidado a nuestros héroes. Hemos olvidado quiénes somos.
Por eso a los patriotas no nos entiende nadie. A nosotros, cada latido del corazón nos recuerda que no podemos dejarnos vencer, nuestra sangre nos llama. Y eso, entre tanto amnésico, es gritar en el desierto.

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