6 sept 2013

La nueva escuela

La vuelta al cole. El momento más temido por los niños desde tiempos inmemoriales. O desde hace 50 años, que para un demócrata es el periodo de tiempo necesario para que todo lo que haya pasado antes, directamente se olvide (o se invente).
Claro que el comienzo del curso actual nada tiene que ver con el inicio de curso de toda la vida. Ahora los niños van al cole un ratito cada día durante una semana, no vaya a ser que el disgusto les provoque un trauma irreparable.
Y las aulas tampoco son lo que eran. Se acabó aquella costumbre fascista de que la mesa del profesor y la pizarra estén un escalón más alto que los pupitres de los alumnos. Ahora las aulas infantiles tienen una zona especial para poder celebrar asambleas. Niños y profesor al mismo nivel. Por supuesto. Todo muy demócrata y muy moderno. Y completamente inútil.
Aunque, bueno, la figura del profesor tampoco tiene mucho que ver con la figura clásica, ni con el respeto o la disciplina. Eso es algo caduco. Ahora lo moderno es insultar al profesor. Despreciarle y reírse de él. Pues claro que sí. Nada de oprimir a los chavales. Bastante tienen ya con mantener su perfil de tuenty, Facebook y Twitter al día, jugar a la play y recibir más regalos en un año de lo que nuestros abuelos recibieron a lo largo de toda su vida. Es importante no exigirles nunca nada que implique el más mínimo esfuerzo. Eso podría fortalecer su carácter. Y una juventud fuerte no sería nada práctica para la democracia. Además, el sistema educativo no premia la excelencia. Eso es nazi. Lo democrático es fomentar la mediocridad, recortar al que destaca. Al fin y al cabo, en eso consiste la igualdad ¿no?
Por eso es fundamental que los planes de estudio estén descaradamente dirigidos a convertir a nuestros muchachos en auténticos zoquetes. No importa que no sepan nada de Historia, matemáticas, física o literatura. La cultura da lo mismo. Pero es necesario que todos los años inviertan semanas lectivas en talleres contra el racismo, que libros como el diario de Ana Frank sean de obligada lectura (y por supuesto, su veracidad,irrebatible), o que con 11 añitos les repartan condones de sabores en el cole. Eso SÍ es una educación coherente y democrática.
Y gratuita, no lo olvidemos. Si no tenemos en cuenta el precio desorbitado de los libros de texto, claro. Una gentileza más de la democracia, la mafia de las editoriales. En otros tiempos, los alumnos aplicados liberarían a sus papás de semejante desembolso gracias a las becas del estado. Pero eso forma parte de nuestro pasado más oscuro. Hoy las becas de libros y de comedor son patrimonio exclusivo de las familias inmigrantes. Otro de los maravillosos regalos de la democracia: los padres españoles pagamos la educación de nuestros hijos y también la de los hijos de los que vienen de fuera. Y su sanidad y hasta sus viviendas. Estamos que lo tiramos.
Si no fuera porque todos sabemos que la democracia es la gran panacea, alguno podría pensar que en realidad este sistema está aniquilando nuestra cultura.

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