20 feb 2013

DE OREJAS, PATAS DE PALO, MONEDAS Y HÉROES

Ahora ya no se acuerda nadie. Porque no se lleva y porque no interesa. Pero hubo un tiempo en que nadie se reía de España. Y si a alguno se le ocurría reirse, lo terminaba pagando muy caro. Y aquella vez les toco a los ingleses.

La verdad es que nunca ha habido muy buena sintonía con los hijos de La Pérfida Albión: Que si me separo de la Iglesia católica, que si ayudo a los protestantes en Flandes, que si patrocino a los turcos para que te machaquen en el Mediterráneo, que si apoyo a uno de los bandos en la guerra de sucesión y ya que estoy, te robo descaradamente Gibraltar,... En fin, que lo nuestro con los ingleses no era precisamente idílico.

El caso es que, allá por el año 1738, estaba la cosa tensa con Inglaterra. Como siempre. Y a lo mejor la guerra habría estallado con cualquier otra excusa, porque lo estábamos deseando. Pero saltó nada más y nada menos que por una oreja. Si señor. Resulta que un contrabandista inglés que se llamaba Robert Jenkins se presentó en la Cámara de los Comunes clamando venganza por lo que decía había sido una afrenta de España hacia Inglaterra. El buque de Jenkins había sido apresado por un navío español. Y su capitán, Juan León Fandiño, ni corto ni perezoso, le rebanó la oreja al gentelman, y encima le dijo: "Ve y di a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve". Que tal y como estaban los ánimos, no hacía falta ponerse muy dramático para que Inglaterra nos declarase la guerra, pero Jenkins debía ser un hombre muy sentido, porque se presentó en la cámara con la oreja metida en un frasquito. Así que claro, ante semejante espectáculo la Cámara de los comunes montó en cólera, el pueblo británico montó en cólera, el rey inglés montó en cólera y, aunque no lo veía muy claro, el primer ministro inglés nos declaró la guerra.

Y decidieron tirar la casa por la ventana y mandar a Colombia (que por aquel entonces era española) la mayor flota que habían visto los siglos. De hecho, hasta el tristemente famoso desembarco de Normandía, no se ha visto mayor despliegue marítimo. Nada menos que 195 navíos, 25000 ingleses y 4000 milicianos americanos. Una flota como poco exagerada, sobre todo si tenemos en cuenta que en Cartagena de Indias, que era el punto estratégico que los ingleses querían tomar, las defensas se reducían a 6 navíos. Y la guarnición que la protegía apenas contaba con 3000 españoles y 600 indios flecheros.

Visto así, la verdad es que el panorama era bastante desalentador. Pero claro, los ingleses pasaron por alto que aquellos soldados eran soldados ESPAÑOLES, y que su almirante era nada menos que don Blas de Lezo. El almirante Patapalo o el Mediohombre, llevaba 30 años batallando con un valor y un arrojo que le hicieron ganarse la admiración de su tropa, y que también le habían hecho perder un ojo, una mano y una pierna mientras guerreaba, de ahí el sobrenombre.

Cuando la descomunal flota inglesa llegó a Cartagena de Indias, encontró los buques españoles apostados en la entrada de las dos bahías que servían de acceso a la ciudad. Obviamente aquello no era obstáculo para la armada invencible británica, así que en un santiamén acabaron a cañonazos con las defensas de los barcos y de los fuertes que les apoyaban en tierra.

Edward Vernon, el almirante inglés, estaba que no cabía en sí de contento. Tomar la ciudad sería un mero trámite. Estaba tan convencido de su aplastante victoria que envió una goleta a Inglaterra con la noticia de la derrota española. Y los ingleses lo celebraron por todo lo alto. Hasta acuñaron unas monedas conmemorando "el orgullo español humillado por Vernon", literalmente, en las que aparecía Blas de Lezo arrodillado.

Pero el astuto Patapalo había dado instrucciones de hundir los navíos una vez derrotados, de tal forma que hicieran un tapón a la entrada de Cartagena y a los ingleses les costara entrar. Y como Vernon tenía mucha prisa en terminar de finiquitar el asunto, dio un rodeo atravesando la jungla para atacar por la espalda al fuerte español. Pero esta no resultó ser muy buena idea, porque por el camino se le quedaron cientos de soldados.

Para más inri, cuando consiguieron llegar hasta el fuerte español y Vernon dio orden de asaltarlo con escalas, se encontraron con que el Mediohombre había mandado cavar un foso al pie de la muralla, de tal manera que las escalas inglesas no alcanzaban el final de los muros.

Pero todavía no había llegado lo peor para los maltrechos ingleses. Cuando los 600 españoles que quedaban en el fuerte salieron a cargar contra sus atacantes, con el Mediohombre en primera fila, faltaría más, los ingleses pensaron que se habían abierto las puertas del infierno.

Era tal la rabia con que los españoles defendían la plaza, que Vernon tuvo que ordenar el repliegue de todas sus tropas. Definitivamente, habían perdido. El inglés bombardeó la ciudad desde el mar, desesperado, con sus 3000 cañones, durante casi un mes. Pero no sirvió para nada. El Mediohombre le había humillado completamente.


Tan vergonzosa fue la derrota que cuando Vernon volvió a Inglaterra no tuvo huevos a decir que había perdido. De hecho, la noticia se conoció mucho tiempo después. Y la falta de valor del almirante británico la compartía su rey, ya que Jorge II prohibió que se publicara nada al respecto. Todo un caballero inglés.

Pero lo peor de todo esto, peor que la actitud chulesca y la poca vergüenza del inglés, peor que la censura de su graciosa majestad, peor que la cara dura del desorejado Jenkins y toda la Cámara de los comunes, es la mala memoria de los españoles. El desprecio por el valor y el heroísmo de los 3000 soldados y medio que se batieron aquellos días de 1741 contra 30000 enemigos de España.

A día de hoy, los restos mortales del avergonzado Vernon descansan en la abadía de Westminster junto a reyes y príncipes, mientras los de Blas de Lezo... bueno, ni siquiera se sabe dónde carajo está enterrado Blas de Lezo. Y ni qué decir tiene que en los colegios españoles nunca se menciona su nombre ni se habla de esta gloriosa batalla. Ni de ninguna otra. No vaya a ser que los españoles nos acordemos de lo que es el orgullo y el valor, dejemos de autocompadecernos y de vivir aborregados, y nos dé por revolvernos contra la chusma que nos gobierna y que hoy se ríe de España.



1 comentario:

  1. “– Soldados de España peninsular y soldados de España americana. Habéis visto la ferocidad y poder del enemigo; en esta hora amarga del Imperio nos aprestamos para dar la batalla definitiva por Cartagena de Indias y asegurar que el enemigo no pase.
    Las llaves de Imperio han sido confiadas a nosotros por el Rey, habremos de devolverlas sin que las puertas de esta noble ciudad hayan sido violadas por el malvado hereje. El destino del Imperio esta en vuestras manos. Yo, por mi parte, me dispongo a entregarlo todo por la Patria cuyo destino esta en juego; entregare mi vida, si es necesario, para asegurarme que los enemigos de España no habrán de hollar su suelo, de que la Santa Religión a nosotros confiada por el destino no habrá de sufrir menoscabo mientras me quede un aliento de vida. Yo espero y exijo, y estoy seguro que obtendré, el mismo comportamiento de vuestra parte. No podemos ser inferiores a nuestros antepasados, quienes también dieron la vida por la Religión, por España y por el Rey, ni someternos al escarnio de las generaciones futuras que verían en nosotros los traidores de todo cuanto es noble y sagrado. ¡Morid, entonces para vivir con honra! ¡Vivid, entonces, para morir honrados! ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva Cristo Jesús!- “

    Blas de Lezo, marzo de 1741.

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