24 feb 2013

Réquiem por Segóbriga


El Parque Arqueológico de Segóbriga se cierra irremediablemente. Las autoridades dicen que no es rentable. Los mismos que se desplazan en vehículos oficiales de alta gama, los que siempre vuelan en primera, los que se ponen sueldos millonarios y colocan a dedo a decenas de "asesores" que viven también del Herario Público. Si, esos que nos han hundido y nos siguen robando. Los que se dedican a subvencionar asociaciones de gays y lesbianas en Mozambique, los que construyen aeropuertos fantasmas y piden rescates para la banca. Esos sinvergüenzas son los que han decidido que el yacimiento milenario de Segóbriga son cuatro piedras viejas que a nadie le importan.
Y no sólo Segóbriga. El Parque Arqueológico del Tolmo de Minateda en Albacete, Recópolis en Guadalajara y Alarcos en Ciudad Real pasan a manos privadas porque a las instituciones no les interesan. Por lo visto, nadie se ha planteado que nuestras raíces son patrimonio de todos los españoles, que la Historia no se vende. Que hay cosas con un valor incalculable, que forman parte del alma de este pueblo y que están por encima del gobierno de turno, de los beneficios económicos y de las modas.

Ya en 2008 intentaron construir una urbanización y un polígono industrial nada menos que sobre los yacimientos donde se encontraba Numancia. ¡Numancia! El símbolo de la resistencia, la ciudad que aguantó 20 años de ataques y 13 meses de asedio frente al mejor ejército del mundo.¿Cómo es posible que la avaricia de algunos les cegara hasta el punto de vender ese suelo? Gracias a Dios, un juez tuvo el sentido común de paralizar semejante atropello.

Aunque, visto lo visto, ya no nos sorprendería que el día menos pensado vendieran la catedral de Burgos a Coca-cola, pusieran un McAuto en el teatro romano de Mérida, o usaran la cruz del Valle de los Caídos para colgar anuncios de Pantene. De hecho lo raro es que en la comunidad de Madrid, sin ir más lejos, no hayan cambiado la bandera y hayan puesto el logo de EuroVegas en lugar de las siete estrellitas esas horteras que se inventaron los demócratas.

Cuando se mide el valor de las cosas y de las personas en función de un número, está todo perdido. Cuando una sociedad se esfuerza más en consumir bienes que no necesita que en mantener su identidad y sus raíces, lo mejor es acabar con todo y tratar de volver al punto donde empezamos a hacer las cosas mal, donde dejó de importarnos el suelo que pisamos.





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